martes, 1 de julio de 2014

Una vida a través de la escuela




Sendero de mi vida académica
Nazco un 4 de enero, y mi primer recuerdo con una figura pedagógica inicia en casa, mi madre con un fervor de aventajar mi formación me incursiona en el maravilloso mundo del saber, un mundo lleno de posibilidades.
         A los 3 años curso el kínder en Chipilingo. Comienza mi primer contacto con la escuela. Me encantaban las clases de cantos y juegos, deportes y natación, ¡a quien no!; pero no sólo encuentro en el aula conocimientos de maestro a alumno sino que empiezo una nueva etapa de mi vida, los aspectos que más rescato de este nuevo camino son además de la formación académica, el conocer a niños con los que empiezo a interactuar, y el intercambio de cada una de las vidas de mis pequeños compañeros me deja una visión nueva de mi alrededor, que día a día se retroalimenta.
         Curso la primaria en la Juan Ramón Jiménez, escuela pública; soy participe de los eventos culturales y tradicionales de la escuela en los que destacan los bailables, la declamación, el coro, y mi favorito: el ajedrez, actividad por la cual  inicia mi popularidad, gracias a la explotación de está virtud. Destaco por el aprovechamiento escolar que día a día durante seis años explote. Me doy cuenta de que en la vida hay miles de cosas que se pueden hacer, y gracias a la escuela lo he descubierto; agradezco esa oportunidad y privilegio de enseñarme un poco de la vida. Nace el amor en mi, y me doy cuenta de que me gustaba mucho la escuela no sólo por las materias que en ella aprendía  sino por lo que aprendía de la vida misma: infinidad de personalidades. Dejo esta etapa con una amarga y añorante sensación.
         Al cursar secundaría, entro en una etapa “complicada” en mi vida, que influye directamente en lo académico, porque estoy en la búsqueda de mi personalidad con las resaltantes incógnitas de ¿quien soy? y ¿para a donde voy?, trato de manera mesurada complacer a todo mundo sin mucha ganancia, amigos, maestros, mi padre y madre, profesores, todos ellos menos a mi misma. Descubro que las personas que resaltan entre un grupo son los más inteligentes, dedicados, disciplinados y perseverantes, al igual que desgraciadamente lo hacen los inadaptados, rebeldes y descontrolados, pero no lo hacen nunca los de en medio, los que no rompen las reglas ni logran destacar. Ello me deja otra lección de vida, la cual interprete de esta manera: la mediocridad es lo más bajo e imperdonable.
          Prepa, nueva etapa, un poco de madures, sólo un poco, nuevas aventuras de la vida, corriente por la que me dejo arrastrar, la escuela es igual desde siempre, lo que cambia es la gente que me rodea. Advierto que hay dos caminos que me pudieran librar de algunos inconvenientes académicos, causados gracias la libertad de decidir por mi misma, estos son: estudiar por cuenta propia y hacer que lo estudiado tenga un conocimiento significativo para mi, y la otra vertiente, la compra de calificaciones;  afortunada o desgraciadamente nunca traicione a mis principios, y esto me llevo a atorarme por cuatro años en un punto donde no podía ir hacía atrás ni adelante, por suerte el que persevera alcanza…
          Y heme aquí, en la UNAM, de vuelta a las andadas, retomando el camino, camino que no cualquiera podría continuar, se necesita sobre todo, el querer hacer las cosas. Esperanzada por que este camino me permita construir una mejor vida, en todo sentido.

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